12 sept 2015

"El ecosocialismo como la única salida a la barbarie global".



"El ecosocialismo como la única salida a la barbarie global".

Andrés Bansart; Hacia el ecosocialismo


El capitalismo, en sus diferentes formas y sus múltiples reformulaciones, se basó y sigue basándose en la acumulación. La economía capitalista, hasta las corrientes
que simpatizan políticamente con ciertos socialismos, se sitúa por encima de la cultura, de la política y de la ecología. Es la ciencia de lo cuantitativo más que de lo cualitativo. Dígase lo que se diga, los responsables de la economía creen y hacen creer que, primero, es necesario cubrir las necesidades físicas del ser humano. Podría ser verdad en parte, pero ¿quién dice que lo material es más
necesario que lo espiritual? Incluso, si así fuera (inclusive, si se pudiera afirmar y comprobar que, antes de pensar, es necesario comer), no sería una razón para ubicar la economía por encima de otros campos del saber y de la praxis. De todos modos, crear riquezas es una cosa y repartirlas es otra, dos acciones que el socialismo no puede disociar. Los países hablan del producto interno bruto (PIB) y de crecimiento, estancamiento o regresión de éste. En función de eso, se decreta la buena o la mala salud de la economía. Tal vez pueda ser la buena o la mala salud de la economía, pero no la buena o la mala salud del país, la buena o mala salud de la sociedad, la buena o mala salud del pueblo. Un país, que tiene un
crecimiento económico bajo, pero cuyas riquezas están repartidas de manera equilibrada, puede estar en una salud mucho mejor que un país que tiene un crecimiento económico muy alto, pero cuya repartición de riquezas
es desequilibrada. En este último país, habría una parte reducida de
la población muy rica y una mayoría pobre -a veces inmensamente
pobre- mientras que, en el primer país citado, el conjunto de la población sería capaz de cubrir sus necesidades. 

En el país “rico” (con un PIB elevado) y desequilibrios en la repartición de la riqueza, habrá necesariamente celos por parte de quienes tienen menos (celos porque el vecino posee más) y miedo por parte de quienes poseen más (porque éstos verán en aquel otro una amenaza, la de verse atacado, atracado, robado,
despojado de sus riquezas). De allí viene la violencia. Los ricos atribuyen esta violencia al gobierno (si es de izquierda) o a la incapacidad de los pobres, su flojera y sus resentimientos (si no pueden atribuir esta violencia al gobierno). Desean entonces unas “fuerzas del orden” capaces de proteger su “orden”, el orden del desequilibrio, del odio y de la desesperación. En el país donde el crecimiento económico no es alto, pero donde las riquezas están bien repartidas, no existirá este odio. Si es posible cubrir las necesidades de toda la ciudadanía, ésta podrá dedicarse a otras actividades, además del trabajo. En este caso, el trabajo no será una maldición, sino un espacio de creatividad, de intercambio y de solidaridad. 

Cuando un gobierno hace el balance del año anterior, presenta cifras. La cifra que todo el mundo espera es la del crecimiento económico. Si subió el PIB, se canta
victoria. Si el PIB bajó, la bandera se pone a media asta. En el primer caso, el del crecimiento alto, se da a menudo como resultado positivo el número de automóviles importados. Sin embargo, más vehículos automotores individuales significan más contaminación del aire, más enfermedades del pulmón y, ya que la circulación se hace cada vez más densa, más estrés, más enfermedades cardiovasculares… y más lentitud para desplazarse. ¡Gran victoria! Además, cada individuo quiere un modelo más nuevo y, sobre todo, más llamativo y más caro que el del vecino. Cree que, de esta forma, crece su prestigio, cuando lo que crece es su individualismo y su imbecilidad. Así es la sociedad de consumo (la sociedad en la cual, desgraciadamente, seguimos viviendo).


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